En primer lugar, es importante destacar que una estrategia de innovación difícilmente podrá ser implementada si quien dirige la empresa no cuenta con las habilidades necesarias para crearla, desarrollarla e implementarla. La Dirección General, así como su equipo de directivos, debe ser la principal impulsora de la innovación y convertirla en su prioridad estratégica para marcar la pauta y orientar las actividades correspondientes, colocando al cliente en el centro de este esfuerzo.
Consulte la publicación Innovación: clave para la transformación digital
Por otra parte, quienes están a cargo de fomentar la generación de ideas también son responsables de transformar la cultura de la entidad, ya que, si bien pueden existir características que les permitan desarrollar la innovación de forma aislada, eso no significa que los responsables del resto de áreas en la organización o los colaboradores en general estén listos para llevarla a cabo junto con sus actividades cotidianas.
Es evidente la necesidad de modificar el mindset de toda la compañía, pero también será necesario adaptar los espacios, procesos, métricas e incentivos para que la innovación florezca. La Dirección General debe ser consciente de que se trata de un proceso de prueba y error, por lo que tiene que diseñarse un margen abierto a nuevos aprendizajes y puntos de referencia que impulsen la creatividad permitiendo que los equipos se equivoquen, sin miedo a posibles consecuencias negativas.
Por un lado, el apetito por el riesgo y el compromiso que se impriman serán determinantes para habilitar los proyectos programados; por otro, tendrá que haber la disposición suficiente para destinar el tiempo y los recursos requeridos para lograr una correcta y eficiente implementación de las nuevas ideas.
Una de las formas más efectivas de alinear la cultura empresarial con la intención de innovar es crear un proyecto que responda a algún reto de negocio que la empresa se haya planteado. Una vez identificado, es momento de imaginar soluciones que no se hubieran explorado anteriormente. Enfrentar dicho reto innovando logrará resultados diferenciales.
Ventajas de un enfoque transversal
Así como la innovación puede ser de tipo incremental (en el que, de manera continua, se efectúan pequeños cambios que contribuyen a la transformación de la cultura empresarial) o transformacional (el cual genera negocios completamente nuevos), esta, asimismo, puede tener enfoques individualizados o transversales. El de mayor utilidad para las organizaciones es, por supuesto, el transversal, ya que puede congregar a todas las áreas de la compañía y no aislarse en una o unas cuantas funciones, como sucedería en un esquema individualizado.
En este orden de ideas, cobran importancia de seleccionar el reto de negocio adecuado. Es preciso encontrar alguno que sea de naturaleza transversal, ya que esto amplía las posibilidades de que el desarrollo de la solución y su implementación incluyan a la gran mayoría de las áreas para que cada una contribuya, desde su especialidad, al proyecto.
En el estudio Perfil del innovador en México1 se destaca que las áreas de desarrollo de Nuevos Negocios (44%), Tecnología (23%), Estrategia (17%) y Mercadotecnia (14%) son las que usualmente están inmersas en los proyectos de innovación. Adicionalmente, es crucial que todos los equipos involucrados no solo conozcan qué se busca innovar, sino también el porqué. Entender el propósito mejora la participación de los colaboradores, permitiéndoles explotar sus capacidades creativas.
En resumen, en la gran mayoría de los casos, la capacidad para innovar es algo que debe desarrollarse, empezando por el liderazgo y desembocando en un flujo continuo que abarque todos los puestos y áreas. De lograrse, el cambio en la mentalidad de los equipos se verá reflejado en una transformación cultural que facilitará la innovación constante, permitiendo que esta pase a formar parte del ADN de la entidad.
[1] Perfil del innovador en México. La mentalidad que lo describe y mueve, KPMG en México, 2022.
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