El recientemente publicado Informe Planeta Vivo 2024[1] del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, por sus siglas en inglés) revela una alarmante disminución de 73% en las poblaciones de vida silvestre en los últimos 50 años. Son las especies de agua dulce las que han sufrido el mayor declive con una caída de 85%, seguidas de las terrestres (69%) y marinas (56%); en cuanto a las regiones, los descensos más preocupantes se han observado en América Latina y el Caribe (95%).
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Esta pérdida de biodiversidad, impulsada principalmente por la transformación y degradación del hábitat, amenaza los ecosistemas y pone en riesgo el bienestar humano, altamente dependiente de las contribuciones que recibimos de la naturaleza. A escala mundial, más de la mitad del producto interno bruto o PIB (55%) depende moderada o intensamente de la naturaleza y sus servicios.
Por lo tanto, la necesidad de actuar es impostergable. Nos estamos acercando aceleradamente a peligrosos puntos de inflexión irreversibles y el llamado es oportuno, ya que nos encontramos a unos días de que inicie la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Biodiversidad (COP16), la cual se enfocará en la implementación del Marco Global de Biodiversidad de Kunming-Montreal.[2]
La clave es pensar y actuar para transformar el enfoque de la conservación e invertir en capital natural. Apostar por la naturaleza requiere cambiar nuestros hábitos de producción y consumo inherentemente lineales, los cuales depredan los recursos y ecosistemas, generando una importante huella de carbono, por lo que producir de forma circular y consumir de forma sostenible es indispensable. Adicionalmente, es fundamental transformar los siguientes sistemas:
- Alimentario: debe ser regenerativo y no depredador de los recursos, a fin de satisfacer las necesidades de nutrición y, al mismo tiempo, restaurar los ecosistemas
- Energético: debe ser capaz de proveer energía renovable suficiente sin causar impactos en el clima o afectar los ecosistemas, comprometiéndose con la sociedad para lograr una transición justa hacia las fuentes renovables
- Financiero: requiere movilizar fondos para la conservación climática a gran escala, otorgando fondos, bonos, préstamos, productos de seguros e inversiones a largo plazo a negocios y empresas respetuosos con la naturaleza. Asimismo, debe alinear sus portafolios de financiamiento para alcanzar los objetivos de biodiversidad, clima y desarrollo sostenible, y contabilizar el valor de los ecosistemas para abordar sistemáticamente los riesgos relacionados con la naturaleza y el clima
Por otro lado, para hacer frente a las crisis es esencial ver la transformación de manera integral, involucrando tanto al sector público como privado. En este sentido, la inversión en la naturaleza es una estrategia inteligente que permite mitigar riesgos y generar nuevas oportunidades económicas; algunas de las acciones clave para restaurar la biodiversidad son las siguientes:
- Evaluar y comprender cómo las operaciones y cadenas de valor de las organizaciones no solo dependen de la naturaleza, sino que también la impactan
- Identificar y gestionar los riesgos relacionados, sin importar si son físicos, de mercado o regulatorios
- Establecer metas ambiciosas basadas en la ciencia para la conservación y restauración
- Integrar a la naturaleza en la estrategia empresarial, desde la toma de decisiones hasta el diseño de los modelos de negocio
- Reportar de manera transparente sobre los impactos, dependencias y riesgos relacionados
- Invertir en soluciones basadas en la naturaleza, financiando proyectos que protejan, restauren y gestionen de forma sostenible los ecosistemas
La colaboración entre gobiernos, compañías, inversionistas y la sociedad civil es crucial para revertir la tendencia y asegurar un futuro sostenible. Además, la inversión en la naturaleza es también una inversión en la resiliencia, prosperidad y bienestar de las generaciones presentes y futuras.
[1] Informe Planeta Vivo 2024, World Wildlife Fund, 2024.
[2] Las expectativas de WWF para la COP16, World Wildlife Fund, 2024.